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© Bramidos
Andrei Taiba
1a Edición
Poemas: Andrei Taiba
Portada: Felipe Ruz
Diseño Web: Sebastián Godínez
BRAMIDOS
Andrei Taiba
"No hay más que un hombre que tenga el derecho de ser anarquista. Yo el poeta puesto que solo fabrico un producto que la sociedad no quiere a cambio del cuál no me da con qué vivir"
Stéphane Mallarmé
I
Oh lectores, me habrán de redimir
pues ya nací en parte arrebatado
ingenuo creí un día que el sentir
sería propio del arte otorgado.
Falta del jolgorio, he de admitir
y me deleité con cierto rimado
como el tambor alegra al emitir
al ente que de notas va ignorado.
Como si el llano gesto de apreciar
otorgue de algo ser merecedor
y tal bárbaro, gusto propiciar
con estas rabias ser proveedor
arrancar el fruto, con ello expiar
y así terciar, mis iras de valor.
II
Pese a que los advierto rezongando
nunca reconozco sus intenciones
mediante habladurías van hilando
sus pendencias y honorables lecciones
abanderados avancen marchando
aedos augures de anchos pulmones
aunque la mala hierba viene brotando
y vivos les cuezan sus pies dulzones
Estos perros grises van a apuntar
con sus hocicos sus propias camadas
inquietos, quieren poder apartar
el aroma de sus propias pisadas
pues la jauría ya debe atestar
de aullidos y salivadas prestadas.
III
En la capital del fin de mi mundo
habita la cuenca de los gigantes
donde el eco de trompetas confundo
por Portales con bocinas constantes
viajan ahogados por el submundo
en este mar de zinc de los labrantes
uno va encamado, meditabundo
en flores y banderas flameantes.
y no encontré querubines en esta
trayendo flautas, arpas y bombardas
ni tan solo unos sonidos de orquesta
solo unos vestidos de salvaguardas
un lamento disfrazado de fiesta
de modo que hoy entonen las goliardas.
IV
He llegado con mi mochila y gorra
asomo y las veo por la persiana
con el perro que siempre me hace porra
se asoman las niñas por la ventana
les compré varias flores de modorra
para que me narren una lejana
una de esos tiempos con más vidorra
y debo sorprenderme a risa llana.
Entretanto bebo té, las observo
con sus lacios y torpes movimientos
y me tratan a cual, su fruto ciervo
ocultando con muecas sus lamentos
pese que un día me arrope de cuervo
y beba té solo, solo con cuentos.
V
Tanto variar la vista ha residido
cómodo, serenamente domado
el pálpito jovial hoy abolido
yace relente su busto estucado
así la justa peana ha construido
gusta calmo figurar asentado
serán los decenios de estar derruido
ya carente, se cobija mermado.
La llovizna está labrando la piedra
rociando, bendice su pies resecos
estucando ya va subiendo la hiedra
rellenando arterias y recovecos
esta su amiga lo acaricia, medra
amortiguando sus últimos ecos.
VI
A veces cuando la brisa me zurra
ensueño su prado que toma y obliga
que impasse tienta lejos y susurra
conozco que este engaña, pero abriga
entretanto ese ímpetu discurra
coitar un espurio que dios bendiga
beber hasta que mi cegar ocurra
para hendir un toro con una espiga
hollar su dama comiendo gusanos
piar los quince refranes penitentes
bramar las nubes de los vientos llanos
con un cabrío arremeter las frentes
sembrar entre las grietas de mis manos
coristas álamos de aires silentes.
VII
Corramos a escribir algunos versos
pues estoy despertando los sentidos
donde obramos en jardines inmersos
que paseaban poetas floridos.
Corramos a escribir algunos versos
sorteando los borrachos caídos
viendo en el centro beatas, dispersos
nos reconocen de clientes perdidos.
Corramos sorteando a los mendigos
pues alzan al igual que una bandera
sus manos sin mirar a los testigos.
Corramos entre ladrón y quimera
que llegamos tardíamente amigos
al lugar donde nadie nos espera.
VIII
Penarás el pecho donde ella posa
mis labios en el centro arquearás
doras mis dedos de forma celosa
en vez reprocho ¿cuándo cesarás?.
Pero al exhalar cual ballena briosa
brota para ver el cielo tajás
apuntar con esta, mi boca ansiosa
riñendo la brisa y al humo rajás
encuentro mi reposo del embate
cuando se rasga mi cuello templado
calada crasa que acaricia y late
aunque misma ansia tú hayas creado
bien que la voluntad se me arrebate
tal caricia dicha, me has entregado.
IX
Si he de culpar, serán a los olores
que me traen los impunes inviernos
recordando ese vicio de sabores
en el cual nunca debimos verternos.
¡Qué sabrá el gozo de los rencores!
si solo apetece sus senos tiernos
jamás entenderá sobre dolores
tal como la traición de poseernos.
Empero, cuando silban las serpientes
uno identifica el aroma terso
para ultimar en el nido, batientes
birlar lo debido, así perverso
cotillear nuestras carnes latientes
y lapidar mis culpas en el verso.
X
Nativo del siglo de los adanes
inauguro arterias acaudaladas
en amparo de pseudos galanes
agitadores de frases purgadas.
Formen fila prosistas capellanes
empleen sus tibias palmas mimadas
y corran del hambre carnosos canes
que las prosas siguen sin ser pagadas.
Tendrán que pasearse en facultades
con libros ajados bajo los codos
corretearán entre las ciudades
serán provistos de frágiles modos
y con blandas lenguas, blandas verdades
unidos, aplaudiéndose entre todos.
XI
Deambular de la mano celosos
en esa bruma la cual adentramos
morir donde los árboles humosos
esos que ya sus nombres olvidamos
en donde tus simples muslos carnosos
serán los vestigios que consumamos
cuando teníamos alientos briosos
que camino hacia los años gastamos.
Al estilo de traidores confesos
con esa mirada espesa y diluida
que transporta tus rencores ilesos
me abrazarás, tibiamente dolida
y besarás con esos nuestros besos
esos, que no saben ni a despedida.
XII
Al igual que la cucaracha errante
viaja noctámbula en busca de pan
temerosa del ojo vigilante
hambrienta de necesidad y afán.
Se escabulle por las noches currante
en calles que las luces cubrirán
así encontrar al hoy caminante
ansioso pobre cual diablo haragán
que más pobre cotillea sus natas
se despide agradecido reptando
adosado siempre a sus largas patas
se marcha las antenas levantando
para en algún farol viciar las platas
y sonreír bajo la luz contando
XIII
Heredo desde mis antepasados
nariz rolliza, de pocos pelajes
el color de los ladrones osados
y la barbaridad de los salvajes
el roto gusto de tintos diezmados
la cobardía vil y sus chantajes
con pelos de campesino rizados
de puros, castos y bellos linajes.
Vencido así, estas palabras domo
con ese deleite que tienen estas
donde distantes se preguntan: ¿cómo?
digna alguien a desafiarlas modestas
aquí nace el falto de estrecho lomo
parido tras el valle de las cuestas.
XIV
Expósito a los trece me nombré
de puños y patadas laureado
crío, leonina herencia cobré
en casa del comitente jurado.
Cuando por las tardes calles habré
en su bicicleta prestada andado
y de algún gallo padrastro libré
de pitusas que besaba aplicado
(igual olor tendrían todas ellas)
al ominoso ritmo de marañas
reí quebrando ámbares botellas
y me revolcaba por rudas cañas
para así llegar sin olores ni huellas
desde mi pueblito de las arañas.
XV
A favor de las tinieblas constantes
los humanoides pulgones de trata
se cruzan viejos moscones migrantes
por entre ratas y garzas de plata.
Van corderos al río jadeantes
que reflejan el áurea escarlata
trepan culebras los nidos vacantes
vacío canto que el hambre delata.
¡Y quiltro de cientos quiltros resuello!
camino perro, con la nariz baja
torpe lanzo zarpazos a desuello
cual hecatombe torva me ventaja
esa peste que suda por mi cuello
da forma a la crisálida mortaja.
XVI
Nada de indómitas bestias sedientes
siquiera pulposas hambres adanes
solo el asco de sudores presentes
cual este exige el placer de sus planes
no hay olores, ni texturas latentes
obró el tiempo sus faustos desmanes
dejad de mirarme a los ojos puentes
no conciben falta los besos truhanes.
Culminemos pues, ya que el tiempo apremia
a favor del estertor ya pactado
el vano clamor, intento de eufemia
te encaramas del placer acordado
y de vuelo la pregunta que gremia
con el intercambio de prendas dado.
XVII
Aunque un día vitoreé tu alcance
hoy te siento lejana en la derrota
parece ser el incapaz balance
ese portento cual el hombre dota
en el fervor del cadencioso lance
pujante ritmo que en la letra brota
cuidada de la figura y su trance
furtiva de Dios, ¡tan de sí devota!
Y tú, Vocal mecenas de la crónica
aval de los discursos soberanos
te revelas cobardemente afónica
cuando los ojos no os ayudan canos
y te redundas pueril mas agónica
por rincones de ti, ya tan lejanos.
XVIII
Se han quemado ya todas las banderas
la abandonada aldea y las preguntas
sin juicios, en indiferencias meras
pedante llama a transmutar adjuntas
cual incendio nato de primaveras
donde especies pirófitas asuntas
anhelan reproducirse en hogueras
que revuelan las cremadas difuntas.
Debo atestiguar en mi carne blanda
aquel hollín de los muertos altivos
como lunares que la piel demanda
ese intercambio propio de los vivos
cual acongoja al de longeva manda
y solivianta a los recién nativos.
XIX
Las personas que deambulan solas
entre sí se reconocen las caras
las palomas se avecinan inmolas
amigas de aquellos, hasta las aras
te relatan de esquinas y vitrolas
se acicalan mirando las mamparas
gustan de las guitarras españolas
de las mujeres jóvenes y avaras
se saludan y las sienes inclinan
sin querer dejar de pertenecer
a ese club de los que solos caminan
pretenden con alguien envejecer
y algún brebaje con el codo empinan
brindando al ya, cobrizo atardecer.
XX
Sin conseguir intuirte, me rehúso
a la indolencia del arrastre llano
no quiero el ponto calmo pero iluso
que consiente al navegante cercano
más bien me atormento náufrago intruso
en busca de algún respiro lejano
dejando atisbar un cielo difuso
alejado el fulgor del viento vano.
Como al todavía llegar el alba
con los ojos cerrados la luz llega
al notar mis venas, dar a mansalva
algunos resoples en busca ciega
puesto quien ya no teme, no se salva
y solo teme, a quien la ola pega.